|
ZARATUSTRA EN BELCHITE
Hay una tarde eterna envuelta en polvo de siglos, corriendo hacia atrás, pasmada entre olas quietas; una iglesia rota que mira al lado oscuro del cielo, cuencas vacías, maleza asomada entre las grietas. Bajo una manta de sangre, entre cascotes y vigas, un cuerpo solo se enfría. No le demos importancia. En este preciso instante dos camiinos convergen en el portón que cierra las ruins del pueblo viejo. Aúlla de terror un perro cuando la luna se asoma coronando en silencio una montaña de escombro. Un soldado que tiembla vigila la serpiente negra que vive entre la chatarra. No le demos importancia. Por el portón abierto, se cuelan monstruos alados, y ovejas que van llorando y un poeta congelado que esa misma madrugada sueña sobre una piedra que bichas resbaladizas se cuelan por la garganta de los pastores dormidos y que una piara de cerdos extermina a los corderos. No le demos importancia. No hay portón donde ahora confluyan los caminos ya no hay pueblo, ni calles, ni ruinas abandonadas, ni pastor, ni serpiente a la que arrancar la cabeza de un mordisco valiente. Ni se oye la risa del loco, ni hay mañanas soleadas detrás de una noche fría, ni queda esperanza alguna. No le demos importancia. Fernando Baena |